LOS MÁS PEQUEÑOS DE LA ALDEA

¿No le hacés una plaquita por control? 
Por Dra. Florencia Núñez. Pediatra SAP

La pandemia introdujo en el vocabulario de todos, el término hisopado. Nombrado con terror, suplicado en algunos casos; hablar de este método diagnóstico ya es parte de la cotidianeidad.
No es la excepción, hay estudios que están tan instalados en nuestras vidas, que parece que reemplazaran el control de salud u oficiaran de aval de la conducta médica. Y es ahí cuando aparecen las frases: “Y ya que estás, ¿no le pedís un laboratorio de rutina?” o “¿No le hacés una plaquita por control?
Pero ¿qué relevancia tienen estos métodos en la consulta pediátrica habitual y frecuente?
Sabemos que un niño crece bien si nos cuenta que tiene una alimentación saludable, si hace actividad física, si disfruta del aire libre; si sus parámetros de altura y peso concuerdan con los esperados para la edad, lo mismo que su examen físico. Y como todo eso no aparece en un laboratorio, no lo pedimos como rutina; lo hacemos sólo cuando creemos que va a mostrar algo que nos ayude a entender un problema en su salud.
Lo mismo nos sucede con las radiografías en los cuadros estacionales. La mayoría de las virosis se manifiestan como catarros que sólo dan moco en la nariz, un ligero malestar y a veces algo de temperatura. Pero si los pulmones del paciente se escuchan bien y no cumple con parámetros de gravedad por clínica o por edad, nada aportará la placa.
Esto es importante porque está subestimado incluso el efecto de la radiación sobre el cuerpo de las niñas y los niños. Durante la infancia los tejidos están en proceso de crecimiento y eso los hace susceptibles. Los más radiosensibles son el tiroídeo, el pulmonar, el mamario y la médula ósea. Para que se imaginen, una radiografía de tórax aporta el equivalente a 10 días de radiación natural y una tomografía de tórax el equivalente a 2 años.
Los estudios complementarios se realizan, como lo dice la palabra, para complementar el accionar de la clínica; de la entrevista y del examen físico. Poner ahí el acento no sólo evita efectos indeseados o errores diagnósticos; ayuda a construir una medicina más humana, amorosa y empática.